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sábado, 26 de diciembre de 2009

La obra de don Braulio.

Braulio Rodríguez Plaza nació en un pueblecito madrileño, Aldea del Fresno, en el terrorífico año de 1944, y hoy es arzobispo de Toledo por la gracia de dios, digo yo que dirá él. Porque en el fondo sabe que los cargos van en función de los servicios prestados a algunas personas de carne y hueso y no de los caprichos de ninguna entelequia metafísica.Se ordenó sacerdote en Madrid, se licenció en Teología Bíblica y se fue a sacar la diplomatura a Jerusalén, donde le hubiera gustado ser recibido con palmas de olivo y crucificado posteriormente como su ídolo de masas. No pudo ser. Luego se hizo doctor, pero no de los que curan ("sino de los que enferman" dirían algunos herejes), también en Teología Bíblica con la tesis El proceso de Jesús ante el Sanedrín y la catequesis cristiana primitiva. ¡Ah, qué tiempos aquellos! Estuvo valorando hacerlo sobre El Pensamiento Iconoclasta del Capitán Garfio y la catequesis de Peter Pan a los niños de Nunca Jamás, pero pensó que era un reto mayor enfrentarse a un personaje cuya historicidad es más difícil de demostrar.



Tuvo que irse a Osma (Soria) para poder ascender a obispo y despues pidio destino en Salamanca, que tampoco es que haga menos frío pero había más cosas que hacer. Se le ocurrió montar una Escuela Diocesana de Animadores Cristianos, un reto difícil porque sabemos que los cristianos muy animados, muy animados, no son. Pero ahí estaba Braulio para ponerlo en pie y en la apertura del curso 2004-2005, aunque él ya se había marchado a Valladolid, pudimos ver cómo se abordaban entre otros temas misioneros, "El hombre que hay que evangelizar hoy". Enseguida se originó una discusión sobre si se refería a que había que ir a un ritmo de uno por día, o era que sólo quedaba uno y se resistía el canalla.


Nada más llegar a la capital salmantina trabó buena amistad con ese otro hombre "necesario" que era el alcalde (ya sabéis que los demás somos "contingente"), que por entonces había tenido una ocurrencia fantástica: establecer una figura llamada "transferencia de edificabilidad". Así pudieron declarar edificable el cementerio, propiedad de la Iglesia, y aunque la Fulgencia estuvo a punto del infarto porque ya se veía llevándole las flores a su difunto marido al hueco del ascensor de una torre de 12 plantas, luego le explicaron que no era así exactamente. Los 23.000 metros cuadrados que consideraron edificables ocupados por tumbas a perpetuidad los ponían en otro sitio donde antes no se podía edificar y asunto resuelto. El técnico municipal competente llegó a decir en el expediente abierto: "en ningún caso puede considerarse consumida edificabilidad por los enterramientos bajo rasante". Y tiene razón, sí señor, ¿o es que no habéis visto Poltergeist?


Luego aparecieron las envidias y los rencores de esos que se oponen continuamente a todo y tras su denuncia, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León en noviembre de 2005 y el Tribunal Supremo en mayo de 2007, declararon nulo el convenio urbanístico. Pero Braulio no se dejó amilanar y junto a su fiel escudero de entonces (el alcalde) instó una modificación del Plan General de Ordenación Urbana, para construir un aparcamiento bajo un jardín público (con el consiguiente destrozo del mismo), y recalificar a la vez un terreno anexo al Hospital Santísima Trinidad (propiedad de la Iglesia) para edificar 100 viviendas. Desde el ayuntamiento premiaron su osadía con el regalo de 3.000 metros cuadrados en la zona de La Plata sin especificar el lugar concreto. Eso es devoción. Y por si se quedaba corto también le metió otro impulso a la modificación del Plan Especial del Casco Histórico de Salamanca en la zona protegida del Seminario de Calatrava para construir otro aparcamiento, una edificación llamada Casa de la Iglesia, un auditorio y otros edificios administrativos de uso privado para el Obispado.


Nuestro Braulio estaba lanzado, pero Salamanca ya tenía demasiados agujeros, así que se trasladó a Valladolid y cual topo visionario (paradoja, que no contradicción) se puso manos a la obra y nunca mejor dicho. Allí encontró un filón en el antiguo Seminario, donde en un espacio de 31.000 metros cuadrados que el planeamiento urbano calificaba como suelo deportivo y declaraba una edificabilidad máxima de 1.500 metros (destinada siempre a esos usos) se monta otro aparcamiento con capacidad para 862 vehículos. Aunque los lugareños estaban de uñas con el flamante arzobispo, éste no quiso recibir a su Asociación de Vecinos "por problemas de agenda". Sus ojos sólo eran para su tigre, digo, su León... De la Riva, insigne alcalde de la ciudad al que podríamos dedicar un monográfico un día de estos. El enfado era comprensible en un barrio históricamente obrero donde nadie pensó en su día que un trabajador fuese a comprarse un coche y los problemas de aparcamiento son un mal endémico por falta de espacio. Es en ese contexto donde desde el arzobispado brauliano viene a impulsar un negocio de a 30.000 euros la plaza.

Iba lanzado y todo le sabía a poco. Sólo así se explica el derribo de las instalaciones de la calle Jose María Lacort, donde Cáritas tenía un centro de abducción y se hallaba el Colegio de Personas Sordas (protegido y de gran calidad constructiva), que pertenecían a la Fundación diocesana Emilio Álvarez. Como la Fundación está ligada al arzobispado y Braulio figuraba como presidente, pues al turrón. ¿Y qué construimos? Vaya pregunta más tonta: un aparcamiento para 454 automóviles y 28 motocicletas, pero por estas plazas pedimos 60.000 euros que están más céntricas. Y que no se les ocurra llamarnos especuladores. La Iglesia sólo tiene certezas.


Aunque satanás siempre acecha en todas partes, y resulta que el presidente de la Fundación de Asociaciones de Personas Sordas y la sobrina del creador de la Fundación Emilio Álvarez han denunciado el asunto al Protectorado de Fundaciones, a quien el arzobispado no informó sino casi dos meses después de efectuada la venta de los terrenos a la empresa constructora (otra vez Parkosa), al delegado territorial de la Junta de Castilla y León e incluso a la Fiscalía Anticorrupción. Para ellos el proceso de venta supone la posible comisión de un delito societario sancionable según los artículos 290 y 297 del Código Penal. Por un momento Braulio Rodríguez pensó en la excomunión de estas vengativas personas, pero él es un hombre caritativo y, como ya le han asegurado que estas cosas se olvidan, está dispuesto a perdonar.


A estas alturas seguro que lo habrá perdonado y olvidado, porque se encuentra a cientos de kilómetros de distancia de aquel lugar, dirigiendo el arzobispado de Toledo, porque con esa sede primada de España, el santo padre Mazinger, perdón, Ratzinger, quiso premiar la actividad de Braulio. Y desde allí sigue velando por el interés de la Iglesia empuñando la espada de la justicia si hace falta contra todo aquél que venga a hacer escarnio, burla o simplemente venga a hacer memoria. Porque la memoria es cosa del demonio. Vade retro.Lo que nunca he entendido, es que después de tanto aparcamiento y tanto interés por edificar hay quien dice que se lleva mal con la Obra.


Felix Lorenzo Paramo.
Extraido del periodico Tierra y Libertad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Menudo Pajaro el braulio...Un abrazo a tod@s

Anónimo dijo...

Efectivamente, ahora en Toledo ya le llamamos, envez de Braulio Rodríguez, Florentino Pérez. No me sorprende que critiquemos y nos mofemos de los obispos y los alcaldes, representantes abominables que sólo buscan su propio enriquecimiento y que, ya que Satanás es sólo una entelequia metafísica, ellos son el único mal en la autosuficiente (ontológicamente hablando, aunque les pese a algunos) tierra que pisamos. Digo que no me sorprende su escarnio en un foro anaquirsta: lo que me sorprende es que sea claro, con ideas estructuradasy ordenadas; utilizando una jerarquía de puntos en la exposición (dicho de otra manera: siendo parcial)...vamos que lo que me sorprende:¡Joder, ya ni el anarquismo es lo que era!